Elsa Carolina Torres Leguizamo
Pedagogia del cuerpo
CC:52.459.609Btà
Regional Cundinamarca
Biografía de mi cuerpo
Ahora me encuentro desnuda tratando de rastrear cada poro que inunda mi cuerpo, un cuerpo que empieza a tener vida desde el instante que mamá me engendró en su vientre, y que al nacer causo bastante desconcierto, pues en verdad era poco agradable ante los ojos de la sociedad, una sociedad para la cuál el esquema corporal juega un papel relevante, porque para ellos la lectura de la imagen da cuenta de quienes somos realmente.
¿Y quién soy yo?, repensándome como sujeto, y más aún como sujeto social, empezaré por afirmar que mi cuerpo comienza a crecer bajo el seno de una familia fraternal y conservadora, que me educó con principios éticos y morales con la concepción de cuerpo como recinto intocable, que se debía conservar y respetar .Bajo las ideologías de aquella época, fuì educada con normatividades rigurosas tales como: mantener una correcta postura al sentarme, caminar erguida y con la cabeza hacia arriba, utilizar expresiones adecuadas al hablar(no se permitía hacer mala cara), brindarle un uso adecuado a los cubiertos en la mesa, entre otros. La higiene del cuerpo era fundamental para iniciar las labores diarias, uñas impecables, cabello brillante y oídos limpios como requisito para asistir a la escuela, aquel lugar donde: “Se opone una pedagogía centrada en el mundo de la razón a una pedagogía del ambiente que permita que el niño viva en un espacio del deseo”[1]. Y hay estaba yo, sumergida en aquel brumador espacio de cohibición y restricciones en donde todo era una instrucción e imposición de ordenes que debían ser cumplidas, donde el cuerpo era un mecanismo poco funcional para el libre desarrollo del pensamiento, iniciando con aquellas incansables formaciones que pretendían crear división de géneros y estaturas, manteniendo una lateralidad casi perfecta, dirigida con la consigna que escribiré de manera “fonológica” ¡Aiscreciòn, atención, firmes!, para luego dirigirnos al aula de clases, que realmente se asemejaba a una prisión, donde los cuerpos alienados se veían uniformados, siendo únicamente receptores de información, mi cuerpo entonces se encontraba atado a una silla que debía compartir con uno de mis compañeros, donde mis sentidos reprimidos pedían a gritos salir de allí, mi boca solo debía hablar para preguntar algo que hubiese quedado inconcluso, ante todo prevalecía el silencio absoluto que permitía escuchar el sonido del viento, mis ojos solo debían ver lo que para el mundo estaba correcto, mis manos palpaban únicamente herramientas de trabajo, más ni mi cuerpo, ni el de los demás, era permitido tocar, sentir o explorar, mi mente entonces se encontraba sujeta por aquellas ataduras en donde todo lo que para mi era una “provocación” estaba completamente “prohibido”.
Viene luego la adolescencia, allí es imposible que las hormonas se desarrollen y produzcan en mi nuevas sensaciones, además mi cuerpo empieza a cambiar, mis senos crecen, mis caderas se anchan, y también erupcionan aquellos desagradables granitos del acné, los cuales trataba de ocultar con maquillaje, y pretendía desaparecer con miles de ungüentos, aún los recuerdo, porque uno de mis familiares solía decirme ”Parece un chircal”, expresión que nunca olvidaré, pues me hacía sentir fea e insegura de mi misma, a tal punto de ocultarme para no ser vista por nadie. Con el tiempo ese terrible problema fue desapareciendo, ya me encontraba convertida en una mujer adulta, dispuesta a compartir mi vida y mi cuerpo con un hombre, aquel hombre que ahora es mi esposo, con quien inicie una nueva vida, una vida en la que creía que mi cuerpo iba a continuar siendo casi perfecto, como el estereotipo social al que la humanidad está acostumbrada a ver. Pues bien, la realidad fue otra, mi cuerpo empezó a ser explorado con la sexualidad, no niego que al principio sentí vergüenza” La herencia histórica de dos mil años de judeocristianismo han hecho que el cuerpo sea el lugar donde se deposita la vergüenza”[2], aquella que no permite desnudarnos de cuerpo alma y corazón. Eso fue lo que sentí, una vergüenza absoluta, tal vez de ser juzgada, por estar haciendo algo indebido, un acto que jamás mi cuerpo había experimentado. Y aunque sentí vergüenza de ser observada y tocada, permití poco a poco que esto sucediera, dando paso a mi nueva vida, una vida que además de alegrías también tenía tristezas, como aquella huella que aún posa en mi cuerpo y no ha podido sanar, y que aunque carece de cicatrices físicas, está marcado por el recuerdo, fue aquel día cuando el final de una fuerte discusión terminó con mi brazo herido y solo el grito que salía de mi boca era la reacción de aquel dolor que emanaba mi cuerpo, entonces descubrí que en ese momento “El cuerpo experimenta la crueldad cuando realiza un esfuerzo por escapar del organismo y transformarse en cuerpo sin órganos”[3]eso era lo que en ese momento quisiera que hubiese sucedido, pues el dolor del alma y de mi cuerpo se apoderaba de mi ser. Y hoy aunque mi cuerpo no tiene cicatrices, reafirmo que “El esquema corporal no es la imagen del cuerpo”[4], porque aunque mi cuerpo no posee cicatrices en realidad mi imagen da cuenta de mis experiencias emocionales.
A pesar de las estrías ocasionadas por el embarazo, las arrugas y manchas que me ha producido el sol, aquel estómago gigantesco, y el hueso que sobresale de mi tabique, amo y valoro mi cuerpo, porque todo lo que tengo es lo que realmente soy, lo que hace de mi una mujer valiosa, y como soy debo aceptarme, pues soy hecha a imagen y semejanza de Dios, por ello como gestores de una buena educación es importante aprender a comunicarnos a través del lenguaje no verbal, y de igual modo discurrir con nuestros estudiantes con discursos kinèsicos, que vayan más halla de encarcelar o coartar la posibilidad de expresión, sobre todo de expresión artística, pues como bien dicen “La sonrisa es la imagen del alma”, así como también “El cuerpo es la imagen de la vida misma”,y por ello debemos ver en él, un tesoro lleno de experiencias que nutren nuestro existir, de tal modo que a través del cuerpo de un niño se puede llegar a experimentar emociones, sensaciones, sensibilidades, tristezas y alegrías, por tal razón se deben aprovechar los espacios en la escuela para hacer partícipes a los niños de dichas experiencias emitidas con el cuerpo, en donde la proxèmica intente un acercamiento más real del cuerpo humano, de modo que el lenguaje corporal prevalezca en las aulas, y el maestro pase de ser un observador, y vigilante, a ser un mediador, motivador, y provocador del conocimiento, siendo éste un agente transformador de pensamientos y comportamientos que afecten a nuestros niños@ para que desarrollen con más efectividad su sentido creativo, innovador, perceptivo, motor, auditivo, visual entre otros y sean personas más autónomas, demócratas, participativas, a las cuales les agrade argumentar, analizar y proponer ideas con libertad de expresión y pensamiento, siendo capaces de producir a partir de sus propias vivencias.
Dentro de mi rol como madre, esposa, estudiante y maestra, solo me resta decir que gracias a mi cuerpo he desarrollado múltiples habilidades que me han llevado a descubrir realmente quién soy.
[1]Gonzalez Fredy guía pedagogía del cuerpo. Denis Daniel “El cuerpo enseñado”. (Ediciones Piados 1980).
[2] Torres Guerrero Andrés Octavio. Articulaciones textuales sobre el cuerpo. Centro universidad abierta, primera edición 2003.
[3] Ibit
[4] Esquema corporal e imagen del cuerpo cd. pedagogía para el cuerpo. Centro universidad abierta.
CC:52.459.609Btà
Regional Cundinamarca
Biografía de mi cuerpo
Ahora me encuentro desnuda tratando de rastrear cada poro que inunda mi cuerpo, un cuerpo que empieza a tener vida desde el instante que mamá me engendró en su vientre, y que al nacer causo bastante desconcierto, pues en verdad era poco agradable ante los ojos de la sociedad, una sociedad para la cuál el esquema corporal juega un papel relevante, porque para ellos la lectura de la imagen da cuenta de quienes somos realmente.
¿Y quién soy yo?, repensándome como sujeto, y más aún como sujeto social, empezaré por afirmar que mi cuerpo comienza a crecer bajo el seno de una familia fraternal y conservadora, que me educó con principios éticos y morales con la concepción de cuerpo como recinto intocable, que se debía conservar y respetar .Bajo las ideologías de aquella época, fuì educada con normatividades rigurosas tales como: mantener una correcta postura al sentarme, caminar erguida y con la cabeza hacia arriba, utilizar expresiones adecuadas al hablar(no se permitía hacer mala cara), brindarle un uso adecuado a los cubiertos en la mesa, entre otros. La higiene del cuerpo era fundamental para iniciar las labores diarias, uñas impecables, cabello brillante y oídos limpios como requisito para asistir a la escuela, aquel lugar donde: “Se opone una pedagogía centrada en el mundo de la razón a una pedagogía del ambiente que permita que el niño viva en un espacio del deseo”[1]. Y hay estaba yo, sumergida en aquel brumador espacio de cohibición y restricciones en donde todo era una instrucción e imposición de ordenes que debían ser cumplidas, donde el cuerpo era un mecanismo poco funcional para el libre desarrollo del pensamiento, iniciando con aquellas incansables formaciones que pretendían crear división de géneros y estaturas, manteniendo una lateralidad casi perfecta, dirigida con la consigna que escribiré de manera “fonológica” ¡Aiscreciòn, atención, firmes!, para luego dirigirnos al aula de clases, que realmente se asemejaba a una prisión, donde los cuerpos alienados se veían uniformados, siendo únicamente receptores de información, mi cuerpo entonces se encontraba atado a una silla que debía compartir con uno de mis compañeros, donde mis sentidos reprimidos pedían a gritos salir de allí, mi boca solo debía hablar para preguntar algo que hubiese quedado inconcluso, ante todo prevalecía el silencio absoluto que permitía escuchar el sonido del viento, mis ojos solo debían ver lo que para el mundo estaba correcto, mis manos palpaban únicamente herramientas de trabajo, más ni mi cuerpo, ni el de los demás, era permitido tocar, sentir o explorar, mi mente entonces se encontraba sujeta por aquellas ataduras en donde todo lo que para mi era una “provocación” estaba completamente “prohibido”.
Viene luego la adolescencia, allí es imposible que las hormonas se desarrollen y produzcan en mi nuevas sensaciones, además mi cuerpo empieza a cambiar, mis senos crecen, mis caderas se anchan, y también erupcionan aquellos desagradables granitos del acné, los cuales trataba de ocultar con maquillaje, y pretendía desaparecer con miles de ungüentos, aún los recuerdo, porque uno de mis familiares solía decirme ”Parece un chircal”, expresión que nunca olvidaré, pues me hacía sentir fea e insegura de mi misma, a tal punto de ocultarme para no ser vista por nadie. Con el tiempo ese terrible problema fue desapareciendo, ya me encontraba convertida en una mujer adulta, dispuesta a compartir mi vida y mi cuerpo con un hombre, aquel hombre que ahora es mi esposo, con quien inicie una nueva vida, una vida en la que creía que mi cuerpo iba a continuar siendo casi perfecto, como el estereotipo social al que la humanidad está acostumbrada a ver. Pues bien, la realidad fue otra, mi cuerpo empezó a ser explorado con la sexualidad, no niego que al principio sentí vergüenza” La herencia histórica de dos mil años de judeocristianismo han hecho que el cuerpo sea el lugar donde se deposita la vergüenza”[2], aquella que no permite desnudarnos de cuerpo alma y corazón. Eso fue lo que sentí, una vergüenza absoluta, tal vez de ser juzgada, por estar haciendo algo indebido, un acto que jamás mi cuerpo había experimentado. Y aunque sentí vergüenza de ser observada y tocada, permití poco a poco que esto sucediera, dando paso a mi nueva vida, una vida que además de alegrías también tenía tristezas, como aquella huella que aún posa en mi cuerpo y no ha podido sanar, y que aunque carece de cicatrices físicas, está marcado por el recuerdo, fue aquel día cuando el final de una fuerte discusión terminó con mi brazo herido y solo el grito que salía de mi boca era la reacción de aquel dolor que emanaba mi cuerpo, entonces descubrí que en ese momento “El cuerpo experimenta la crueldad cuando realiza un esfuerzo por escapar del organismo y transformarse en cuerpo sin órganos”[3]eso era lo que en ese momento quisiera que hubiese sucedido, pues el dolor del alma y de mi cuerpo se apoderaba de mi ser. Y hoy aunque mi cuerpo no tiene cicatrices, reafirmo que “El esquema corporal no es la imagen del cuerpo”[4], porque aunque mi cuerpo no posee cicatrices en realidad mi imagen da cuenta de mis experiencias emocionales.
A pesar de las estrías ocasionadas por el embarazo, las arrugas y manchas que me ha producido el sol, aquel estómago gigantesco, y el hueso que sobresale de mi tabique, amo y valoro mi cuerpo, porque todo lo que tengo es lo que realmente soy, lo que hace de mi una mujer valiosa, y como soy debo aceptarme, pues soy hecha a imagen y semejanza de Dios, por ello como gestores de una buena educación es importante aprender a comunicarnos a través del lenguaje no verbal, y de igual modo discurrir con nuestros estudiantes con discursos kinèsicos, que vayan más halla de encarcelar o coartar la posibilidad de expresión, sobre todo de expresión artística, pues como bien dicen “La sonrisa es la imagen del alma”, así como también “El cuerpo es la imagen de la vida misma”,y por ello debemos ver en él, un tesoro lleno de experiencias que nutren nuestro existir, de tal modo que a través del cuerpo de un niño se puede llegar a experimentar emociones, sensaciones, sensibilidades, tristezas y alegrías, por tal razón se deben aprovechar los espacios en la escuela para hacer partícipes a los niños de dichas experiencias emitidas con el cuerpo, en donde la proxèmica intente un acercamiento más real del cuerpo humano, de modo que el lenguaje corporal prevalezca en las aulas, y el maestro pase de ser un observador, y vigilante, a ser un mediador, motivador, y provocador del conocimiento, siendo éste un agente transformador de pensamientos y comportamientos que afecten a nuestros niños@ para que desarrollen con más efectividad su sentido creativo, innovador, perceptivo, motor, auditivo, visual entre otros y sean personas más autónomas, demócratas, participativas, a las cuales les agrade argumentar, analizar y proponer ideas con libertad de expresión y pensamiento, siendo capaces de producir a partir de sus propias vivencias.
Dentro de mi rol como madre, esposa, estudiante y maestra, solo me resta decir que gracias a mi cuerpo he desarrollado múltiples habilidades que me han llevado a descubrir realmente quién soy.
[1]Gonzalez Fredy guía pedagogía del cuerpo. Denis Daniel “El cuerpo enseñado”. (Ediciones Piados 1980).
[2] Torres Guerrero Andrés Octavio. Articulaciones textuales sobre el cuerpo. Centro universidad abierta, primera edición 2003.
[3] Ibit
[4] Esquema corporal e imagen del cuerpo cd. pedagogía para el cuerpo. Centro universidad abierta.
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