Biografía de mi propio cuerpo
Por Magda Esperanza Rojas Ruiz
e-mail. magda.rojas@javerinana.edu.co
Es difícil pensar en el cuerpo sin inmediatamente sentirse cohibido por esa pesada carga sociocultural e histórica que nos ha sido legada. En la cotidianidad llevamos vidas tratando de ser “incorpóreos”: otros de muchos individuos que forman nuestras sociedades, sin tiempo para habituarnos a las modas sociales que vienen y se van; ni tampoco para apropiarnos de nuestra imagen corporal. Nos hemos vuelto esclavos del consumo, que no nos permite ni un minuto de abstracción.
Pienso que talvez esa es una de las razones por las cuales no me es cómodo hacer esta reflexión sobre mi cuerpo. Vivimos en las contradicciones que se forman entre la necesidad de obtener una imagen corporal concebida en los modelos consumistas, que nos forma en la idea de que adoptándola seremos aceptados socialmente; la ideas católico-cristianas que nos hacen la exhortación a ver nuestro cuerpo como la cárcel del espíritu, que necesita el cuerpo para purificarse de sus pecados y que sólo logrará su “libertad” en la muerte que es el camino para llegar a Dios (ideas cristiano-judías, ligadas a la filosofía de Platón y su mundo de las ideas); la invitación que hace la educación sobre el ser humildes, dejar las vanidades atrás y preocuparse por la razón-“conocimiento”, que es la única formula para el “éxito”. Y es en este escenario donde no he querido pensar en mi cuerpo, durante estos treinta años; es esto lo que me ha hecho “incorpórea”, invisible.
Tendría que empezar por hablar de mi nacimiento; nací de ocho meses, en los tiempos en que no existían los programas de las madres canguro, así que estuve tres meses en la clínica, en una incubadora, lejos de mi mamá; no la dejaban tocarme ni tampoco amamantarme. Me imagino de bebe, llena de cables que me ayudaban a respirar, pinchada por las agujas y las vías por donde me alimentaban. Observada detrás de un vidrio, donde solamente se esperaba que sobreviviera y que creciera para dejarme ir a mi casa. Pienso que este es uno de los acontecimientos que afectó mi relación con mi cuerpo; comencé la vida con dificultad y dolor, sin la noción de mi cuerpo.
Mi niñez fue muy feliz, fui muy acariciada y consentida. Sin embargo, siempre recuerdo unas palabras de mi mamá que me marcaron: “como no eres bonita, debes ser inteligente”. A pesar de tener un esquema corporal sano, mi imagen corporal era de una niña fea, incompleta, que la única oportunidad que tenía de “ser alguien” estaba sostenida en su inteligencia y en la acumulación de conocimientos. Así que me convertí en una sabelotodo, muy masculina en mi comportamiento a pesar de siempre estar disfrazada de “princesita” (siempre mi mamá hizo lo posible para que me viera bella). Esto me causo conflictos al llegar a la pubertad y la adolescencia; porque me estaba convirtiendo en una mujer voluptuosa y simpática, que le parecía agraciada a lo muchachos y sin embargo me veía a mi misma llena de defectos, fea y sin la capacidad de atraer a ninguna persona por su apariencia sino por su inteligencia. Todas las otras chicas de mi edad, se vestían a la moda y empezaban a salir con muchachos. Yo usaba camisetas muy grandes para mi talla y vivía escondiéndome detrás de los libros (volviéndome invisible). Ya desde mi adolescencia tenía muy claras mis posiciones ideológicas y políticas; y mantenía un enfoque crítico frente a mi entorno. Utilizaba la escritura en el periódico estudiantil para expresarme y hacer invisible mi cuerpo. Mis amistades eran masculinas porque el estar con otras muchachas me hacía sentir cohibida; y la atención, de los muchachos me brindaba seguridad.
El empezar a trabajar me obligó a fijarme en mí y tuve que hacer cambios en mi imagen corporal, y esos cambios me dieron seguridad y me hizo sentir cómoda con mi esquema corporal y empecé a preocuparme por estar más a la moda (consumismo). Sin embargo siempre he tenido cuidado de no ir a los extremos porque la “vanidad excesiva” está mal.
Estos cambios en mi apariencia despertaron en mí, transformaciones en mi vida social y afectiva. Fue con mi despertar social, que empecé a ir a fiestas, a salir en citas, a comprar ropa, a conocer restaurantes, a enamorarme y por supuesto a vivir mi sexualidad.
¿FORMA DESEADA, DESEAMOS Y SOMOS CUERPOS DESEANTES?

¿SON NUESTROS CUERPOS REPRIMIDOS DE UNA EPOCA?

viernes, 29 de agosto de 2008
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2 comentarios:
Hola Magda, tu texto denota franqueza, me identifico contigo, nuestro cuerpo se halla encarcelado, quien creyera por palabras que se grabaron en nosotras y que definitivamente en algùn instante de nuestras vidas hacen eco, es por ello que se nos dificulta hablar de nosotros mismos, de nuestro ser, sentir, pensar, de nuestro cuerpo y mente,espìritu,esencia, en fin el nombre que cada quien le desee dar, lo que importa es que hacen parte de nuestro yo, un conjunto, una sìntesis, un sistema,un engranaje del cual pareciera se nos hubiera prohibido hablar.
Què serà entonces lo màs importante?, creo, a tìtulo personal, que es mirar cuàles son esos cerrojos que nos encierran, esas cadenas que nos atan, hacer un alto en el camino y cambiar.
Vilma del Socorro Càrdenas Gòmez
Estudiante pedagogìa del cuerpo
regional Antioquia
Hola profe publico mi trabajo que lo envie al correo asignado el 25 de agosto. Profe quisera saber si ya le llego de igual forma yo se lo deje impreo con Giovanny, ya que donde estoy mandando el correo no es muy buena la conectividad.
BIOGRAFIA DE MI CUERPO
Inicio mi biografía remontándome cuando era de apenas una niña de cinco años de edad que vivía en el campo en compañía de mi Abuelita. Donde esa niña era el centro de atracción de todos, tenía unas trenzas no tan largas de color castaño que eran el orgullo de la abuela, ojos cafés, mi nariz aguileña, labios grandes, de rostro agradable y medianamente gordita.
Así transcurría la vida de esta niña que no se preocupada por su imagen o por su cuerpo que fuera gordita. Pero un buen día; la niña que no se preocupaba por nada, tubo que venir a la ciudad porque era ya la época de entrar a la escuela.
Esta niña que para todos era el centro de atracción llamada Luz Myriam, comenzó a conocer su cuerpo y a sentirse no muy bien con el. Cuando inicio mi primer grado de educación primaria, ya que no sabía leer ni escribir y que no pase por la educación preescolar y a la llegada al salón de clases, todos los niños y niñas me miraban de arriba abajo comenzando los comentarios de la niña nueva que era gordita y que usaba trenzas, que más que feo de estos comentarios me hicieron sentir muy mal, ya que nadie nunca me lo había dicho, ese día me sentí muy mal conmigo misma, pero no sabia porqué, si para mi, mi cuerpo era lo más bonito que yo tenía, además todos me lo decían “que gordita tan bonita”. Lo que no sabia era que en la escuela nadie se escapa de esta discriminación como a ninguno de los fenómenos que ocurren en la sociedad en general, y aunque cada día se incremente la presencia de una población estudiantil más heterogénea y diversa; más tarde me di cuenta que los niños y niñas pueden llegar a ser “los más crueles del mundo”.
Cuando llegue a casa de la escuela no quería hablar con nadie porque me sentía tan fea y me sentía culpable de tener un cuerpo así, mi mamá me dijo ese día unas palabras que en el transcurso de mi vida las he oído muchas veces “Hay que querer nuestro cuerpo tal como es, porque así nos lo dio Dios” pero en esos momentos esas palabras no me dieron nada y al igual me sentía mal con mi cuerpo, mi nariz, mis trenzas, en general con todo el conjunto.
No sabía que una vez llegas a un sitio se encuentra con una cultura encerrada, encuadernada muy contralada por la misma sociedad, en donde la gente no valora su cultura y lo que encuentra es la estigmatización por ser gordo, flaco, atractivo o feo. Al transcurrir los años en la escuela y en grado tercero comencé a entender que uno se debe querer tal como es, amar su cuerpo y sobre todo aprender a respetarlo, pero aquí llega otro complejo, cuando aparece mis senos, me escondía o me colocaba camisetas muy anchas para poder taparlas, y con el uniforme me agallaba mucho que ya me estaba saliendo joroba; yo pensaba que para mi, mi edad de quince años mis senos estaban muy grandes y si le sumaba mi gordura ¡Hay Dios, me sentía tan fea! Cuando me celebraron mis quince la que menos lo disfruto fui yo a pesar de que todo mundo me decía que estaba muy bonita; hoy en día mirando las fotos me doy cuenta de que era una niña muy bonita y que no era tan fea como me imaginaba en aquella época y que sentía que mi cuerpo no tenía armonía, cuando ya paso mi adolescencia comprendí que así era yo y que no podía dejarme influenciar por lo que viera en la tele o en las revistas, así nos liberamos de tantos perjuicios que existen en el mundo real que nos venden los medios de comunicación, y lo más importante es a aprender a respetar a los demás tal como son sin mirar su cuerpo o el aspecto físico.
Hoy en día con la experiencia que he tenido con chicos y chicas que por circunstancias de la vida han nacido con alguna limitación física y cómo ellos y ellas aman su cuerpo y se aceptan como son, me doy cuenta que somos influenciados por esa política de charlatanería que nos venden los productos de belleza.
Cuando tuve la oportunidad de asistir a una conferencia donde el tema era la Vida de los Sordos y como el orador decía que “en silencio se puede construir un mundo diferente” y escuchaba a un docente Licenciado en Educación Física refiriéndose a estos niños como ellos se expresan con su cuerpo y no se sienten acomplejados de el, se hablaba también de cómo estos jóvenes salían adelante. Hoy me doy cuenta que hay barreras y que tenemos que aprender a desaparecerlas, aprender a querernos tal como somos. A este respecto, vale la pena mencionar que uno no puede ser creativo cuando esta atrapado en sus propias compulsiones ocasionadas en su pasado o en su ser.
Al pasar de los años me acepte tal como soy y sigo siendo gordita pero más bonita que a mis cinco años, la diferencia es que hoy me quiero, amo mi cuerpo y lo disfruto, juego con el y me siento bien en todos los lados donde estoy. Yo pienso que amarse tal como uno es, emerge cuando uno encuentra sentido a lo que hace, a lo que proyecta, a lo que piensa y siente, por tanto; es necesario que tengamos en cuenta la necesidad de crear espacios potenciales que permitan ser, desear, vivir, experimentar, hilar y tejer con todo el cuerpo.
En la escuela moderna se cultiva y privilegia la razón, la abstracción y los conceptos del cuerpo. En este contexto el cuerpo ha sido constreñido sujetado, dispuesto ortopédicamente para que el intelecto produzca. En la escuela aun prevalece las formas de transmisión donde todo se dirige a la disposición de la mente “conocer”, no se aborda el cuerpo sujeto como el eje vital y potencial del ser humano con el cual percibe, siente, actúa y expresa al mundo y sobre todo ama a su cuerpo.
LUZ MYRIAM LOPEZ HERNANDEZ
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